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Enrique Lagunas, la verdadera escuela de la hípica nacional

El preparador ariqueño realizó un notable repaso de su trayectoria como preparador, mentor y educador en el mundo del turf viñamarino.

Por Daniela Muñoz

Ricardo Ortega

Uno de los pensamientos clásicos que te enseñan cuando niño es a ser alguien en la vida, tanto en el camino personal y profesional. El mundo y la sociedad se han vuelto bastante individualistas, ya que tratamos de conseguir nuestras metas a veces sin tender una mano de apoyo a quien lo necesita, solo por nuestro capricho y deseo de ser el mejor.


Pese a eso, aún quedan en el planeta personas ajenas a esta triste afirmación. Cuando hablamos de Enrique Lagunas nos referimos a una de las eminencias en la enseñanza del mundo hípico a los jóvenes que buscan una oportunidad para hacerse un camino en este complicado rubro. Para muchos es una verdadera “escuela”, un mentor que te enseña a crecer y desenvolverte en la vida. Un Mickey Goldmill (entrenador de Rocky Balboa en las primeras tres películas) de este lado de la actividad, que no te abandonará y que sigue inmortalizando su nombre a sus 65 años en los corrales del Valparaíso Sporting.


Esta es su historia…

¿Cómo te inicias en el mundo de la hípica?


Yo me inicie en Arica, pero todo esto nació debido a que mi abuelo fue un destacado jinete en Chile y también en otros países de Sudamérica. Fue el jockey más longevo en el planeta, corrió hasta los 78 años más o menos; empezó a correr a los 15 años. Fue una larga campaña, empezó en Antofagasta, después corrió en Iquique en los años 30, cuando había hipódromo y después se vino a los hipódromos centrales y estuvo en el Perú también. Yo lo vi correr en una oportunidad cuando era chico, tenía como 10 años y me quedé metido en esto. Me encantó.


¿Y por qué elegiste esta vida?


Me gustó tanto esto de la hípica que quedé metido después. Terminé mis estudios secundarios, ingresé a la universidad, pero siempre vinculado a la hípica. Por ahí me compré un caballito e iba habitualmente a las carreras en Arica y Antofagasta, iba a los corrales también porque lo que me gustaba a mí no era estar mirando carreras, yo quería estar adentro, actuando en el asunto, en las patas de los caballos.


Después estuve llevando caballos a correr, lo que hacen todos los muchachos cuando entran a la hípica, ayudando en los corrales y ahí me fui metiendo en esto hasta que ya no salí más.

Dejé mis estudios universitarios y me vine a trabajar de cuidador aquí al Valparaíso Sporting, por el año ‘76. Después me fui al Club Hípico hasta que vino mi abuelo de invitado a correr en la celebración del aniversario del Sporting y los 150 años de El Mercurio de Valparaíso. Lo vine a ver correr, me encontré con él y me hizo prometerle que iba a volver a mi casa a continuar mis estudios. Como yo obedecía todo lo que me decía -porque era un ídolo para mí-, volví a Arica donde continue estudiando, pero igual me metí a la hípica y me las arreglé para poder empezar a preparar también.


Me inicié con unos poquitos caballitos que me tuve que conseguir con unos amigos, después el hipódromo de Arica decayó bastante, así que me fui a dar una vuelta por el Perú, también estuve en Ecuador y en Colombia se me acabó la plata. Me tuve que quedar allá, no me quedó otra que estar dos años en Bogotá.


¿Y por qué decidiste volver a Viña?


Después de estar en Bogotá volví a Chile, pero yo quería regresar a Colombia porque tenía otras expectativas. Además, tenía muchas ganas de visitar un hermano de mi abuelo que era preparador en La Rinconada, Caracas, pero no pude nunca, por eso me quedé aquí en Chile.

Me vine a Santiago a buscar trabajo y la hípica había cambiado mucho porque ya no estaba pagando la caja, antiguamente los preparadores no eran los patrones de sus empleados, había una caja de previsión de la hípica nacional, que era la encargada de pagar los sueldos, así que era bien cómodo para el preparador y la hípica era un poquito más llevadera. Ahora es un poco azarosa la cosa, en esos tiempos hasta el herrador lo pagaba la caja, por lo mismo era un poquito más fácil para el preparador la parte financiera porque la parte preparar siempre ha sido difícil.


Había cambiado la hípica y había una nueva ley en donde los preparadores eran los nuevos empleadores, cosa que se hacía bastante difícil, había preparadores que no pagaban los sueldos y se empezó a desmoronar todo. Entonces me costó encontrar trabajo en Santiago y me vine a Viña. Me encontré con un amigo e ingresé a un corral para hacer cualquier cosa, estaba de tele, iba a barrer, a comprar el pan. Estaba por el pan y toma, como decimos acá. Arreglaba los caballos de los niños que no venían, hasta que unos meses después paso una cosa fortuita.


Recuerdo que hubo un problema entre el capataz y otro cuidador, vino el preparador de Santiago que era Roberto Lorca, a quien le mando muchos saludos, a solucionar el problema. El capataz renunció y le ofrecieron la pega de capataz al cuidador que había sido agredido y no quiso hacerse cargo, entre los 2 se miraron y me propusieron a mí, había otros cuidadores también, pero no estaban tomados en cuenta para ese cargo.


Inicié mi carrera como capataz, nos fue bastante bien. Roberto Lorca me presentó a otros preparadores Gerardo Silva, Alvarito abarca, Juan Sánchez, Salinas, pero no el que está ahora, este era Orlando Salinas; estuve un buen tiempo de capataz y me fue muy bien. Incluso presentamos caballos en casi todos los clásicos de la temporada de verano y corrimos El Derby como en cinco oportunidades.


¿Cómo llegaste a ser preparador?


Ellos se encargaron, Roberto Lorca junto a un propietario, Don Patricio, que está fallecido, pero que tenía un Stud grande en Santiago: el Metropolitano. Ellos me sacaron la patente de preparador. Así que para el año ’88, cerca de mi cumpleaños más o menos, me entregaron la patente para poder preparar y de ahí que estoy metido aquí. Estoy feliz, porque está cuestión no la hago porque no tuve oportunidad en otra cosa o de estudiar, todo lo contrario, tuve todas las oportunidades y me quedé aquí. Así es que para mí no es prioridad la plata. Yo soy feliz así.


¿A esta edad sigues aprendiendo de los caballos?


Por supuesto. Uno no termina nunca de aprender, sobre todo en el asunto del dopaje y las reglas que van renovándose continuamente. Si te quedas atrás te caen las penas del infierno, uno aprende de todo aquí, de los cuidadores, de los capataces y de los jinetes.


Yo tengo mucho respeto por los jinetes, como mi abuelo fue un destacado jockey, soy muy amigo de ellos. En otras palabras, soy jinetero. Se pasa bien con ellos, son entretenidos.


Yo lo paso bien y trato de pasarlo bien en general, aquí en la hípica siempre estoy riéndome o tirando una talla porque la hípica es problemática. Hay que congeniar con mucha gente para que un caballo gane: con el cuidador, el propietario y con todos los que circulan alrededor de los corrales. ¿Creen que voy a estar haciéndome problemas para andar amargado? Todo lo contrario, hay que pasarlo bien en la hípica y los momentos hay que disfrutarlos.


¿Crees que ha cambiado para mejor o para peor la hípica a lo largo de los años?


Yo soy un poco más de la hípica antigua, de la que era un poco más romántica, que se ganaba una carrera y en la noche se salía celebrar con el jinete, el propietario, a comer algo. Ahora no se ve mucho eso, en realidad ya no hacen ni asado en los corrales. Yo creo que soy una excepción, siempre haciendo un asadito, un cocimiento, cualquier cosita, porque a mí me gusta que los propietarios lo pasen bien porque imagínate comprar un caballo, pagar la mensualidad, que no es barata y más encima que el caballo sea malo como es la mayoría. Los dueños tienen que venir a disfrutar su caballo, si quieren limpiarlo o si tienen un poquito más de experiencia y quieren caminarlo de tiro o quieren venir a comerse un asadito, que disfruten la hípica, sale muy caro tener caballos para relinchar.


Yo esa parte de la hípica la extraño. Ahora es mucho más monetizada, todo es plata eso no me agrada mucho.


¿Al estar inserto en este mundo se gana o se pierde mucho?


Con la hípica lo único que he ganado es felicidad, pasarlo bien y cansancio. ¿Por qué plata? No, eso olvídate (risas).


Toda la plata que uno gana la va metiendo aquí mismo. Si hace falta algo no se puede esperar a que el propietario se ponga, porque a veces él no tiene en ese momento, entonces lo compra uno y después a veces se olvida de cobrarlo. Por eso le digo a los futuros preparadores que esto se ve bonito de afuera, piensan que lo pasan bien los hípicos, los ven ahí en una mesa conversando, echando la talla, riéndonos con una cerveza y después un asado, o en la foto todos abrazados, pero no pasa nada con la plata.


Aquí yo he visto casos de gente que ha entrado con mucha plata y se han ido como la mona. Entonces, les digo que esta no es la receta para hacerse de dinero, al final hay que tratar de empatar un poco y sí se pierde, no perder tanto.


Sabemos que son muchos, pero debemos consultarte igual: ¿Recuerdas algún triunfo en particular en toda tu carrera profesional? Uno que hayas gritados como nunca o que guardes siempre en la memoria.


Bueno, habitualmente yo soy medio fome para ver las carreras. Soy bien frío porque como no juego y es por una razón especial, porque si juego y el caballo mío pierde le voy a echar la culpa al jinete. Muchas veces no tiene nada ver, el caballo corrió mal no más o a lo mejor me equivoqué yo en la preparación, entonces soy bien frío.


Los cabros que están alrededor mío y los propietarios te pueden decir que yo veo las carreras lo más frío que se pueda para verla bien. Afortunadamente ahora las repiten dos o tres veces, antiguamente pasaba la carrera y hasta ahí no más llegabas, quedabas con esa impresión. Pero recuerdo algunas, la primera que gané en Arica con una yegua que se llamaba Baigorria y el jinete era Raúl Durana. Después, recuerdo la primera que gané aquí en viña con Que sol. Y, por supuesto, Tugar Tugar que me dio varias satisfacciones, era un caballo clásico. Y el que es inolvidable es Taxman porque fue un caballo que hubo que reeducar. Era muy mañoso y nos dio unas satisfacciones tremendas hasta el punto de ser elegido el caballo del año 2011 en la Quinta Región.

Taxman
Taxman

Y la última que fue excepción a la regla, que por lo menos dije “buenaaaa” fue la de Rincón Escondido. Ese caballo es especial, lleva cuatro años seguidos ganando en el Derby Day, dando una satisfacción al corral y al propietario; por ahí me salió un gritito, pero algo piola. Hasta el niño que estaba al lado mío, que es quien lo cuida, me dijo “prepa lo celebró” y fue refome la celebración.

Rincón Escondido en El Derby 2023.

¿Y cuáles han sido los momentos más difíciles como preparador?


Los comienzos siempre son difíciles, porque tú tienes que generar confianza para que los propietarios te entreguen caballos, porque de lo contrario no pasa nada. Por simpatía te pueden entregar y duran muy poco, ven los resultados, si no hay rendimiento se van y se cambian, esta cuestión es así.


Después, la pandemia nos dejó seco a todos. El Sporting se portó bien, porque nos condonó los arriendos de los corrales, diferente a lo que pasó en Santiago, donde les prorrogaron los cobros. A nosotros definitivamente no nos cobraron. Eso fue muy bueno porque estuvimos un buen tiempo que no corrimos, como seis meses y algunos dueños se alejaron, lógicamente porque la pandemia no era para ti, era para todos y uno tenía que entender porque no ibas a decirle al dueño: “Oye, ven a pagarle la comida al caballo que no me importa que haya pandemia”. Ellos también estaban mal, entonces uno tuvo que hacer de todo para poder seguir manteniendo el corral y los sueldos de los muchachos.


Hace algunas semanas lo premiaron como mejor compañero de los preparadores ¿Qué sentiste al recibir ese reconocimiento? Siempre que entrevistamos a alguien te nombran como una de las personas más simpáticas del Sporting.


Eso me tomó un poquito por sorpresa. Primero, pensé que era un chiste porque como siempre ando echándole tallas a todos, pero efectivamente, cuando llegué a la troya y me avisaron, me sorprendió y me sentí bien.


Yo siempre trato de ayudar cuando se puede y no solamente a los compañeros de labores, sino que a los muchachos que cuidan caballos, a los jinetes.


Y me dejó contento el reconocimiento porque, aunque yo hago todas esas cuestiones sin esperar nada a cambio, siempre estoy para darle una manito a quien la necesite y compartir con todos; en los asados que hacemos, que son poquitos, cuando nos juntamos los preparadores unas dos veces al año, siempre estoy compartiendo de los primeros y me quedo hasta el último.


Todos los años los jinetes me invitan al paseo y mira la curiosidad, soy el único preparador que llevan. Yo me entretengo “caleta” con ellos, los cuidadores y todos los empleados porque no hago ninguna diferencia. Trato de que el trabajo sea bien ameno para todos.


Yo no soy un preparador de escritorio, aunque admiro mucho a los que lo son porque yo no puedo, siempre ando con ellos baldeando las comidas, haciendo todas las cosas que hay que hacer, por eso tampoco tengo tantos caballos, porque si no el tiempo no me daría.


Siempre se dice que Enrique Lagunas es la mejor escuela hípica. ¿Por qué recibes y apoyas a tantos jóvenes? ¿Y a quiénes recuerda con mucho cariño?


Los niños llegan acá con el fin de aprender. Al que le vea condiciones de jockey trato de que lo sea para tratar de ayudarlos, que tiren para arriba y cambien de ambiente. A veces vienen medio malitos, pero trato de que se enderecen un poco. Y el que no está para eso que aprenda a cuidar bien porque puede ser un buen empleado o un buen galopador, que tengan un buen trabajo acá en Chile o en el extranjero, porque el empleado hípico chileno es muy apreciado afuera. En Estados Unidos hay una persona para cada trabajo, pero aquí una pura persona hace todo.


Cuando aprenden a hacer todo bien en cualquier parte del mundo los aceptan, porque en todos los lados los caballos galopan igual, en ningún lado montan para atrás (risas).


Creo que soy escuela porque trato de que salgan todos aprobados (risas), y pese a que son muchos los que han pasado por el corral, no puedo olvidar a Víctor Mansilla, que fue un gran jockey recordado por su estilo; Nicolás Ramírez, a quien lo fui a buscar a San Felipe porque me datearon que había un niño bueno para el caballo y de allá me lo traje al huaso y salió rebueno, un gran aporte. Tampoco puedo olvidar a Sebastián González, que es mi ahijado. Tiene que mantenerse humilde, cambiar el genio y va a ser un gran aporte para la hípica nacional.


Pero son muchos, tantos que ya se me se me han olvidado algunos, porque varios niños se iniciaron aquí y están dando vueltas en la hípica, por todos lados.


¿Y qué diferencia a Enrique Lagunas de sus colegas?


Nada, yo soy un poco más fiestero, las cosas no las tomo tan a pecho. Por eso yo me junto más con los jinetes que con los preparadores, porque el jinete es como más infantil, más desordenado y el preparador es mucho más serio. Siempre andan pensando en todo, en las cuentas, el pago, que hay que comprar la avena, si mañana se me acaba el pasto, que hay que pagar las imposiciones, etc.


Ser preparador es 24/7. Uno está todo el día pensando en cómo mejorar ese caballo. Al abrir cada mañana las ventanas de las pesebreras no sabes con la sorpresa que te puedes encontrar: un caballo con un tajo en un ojo, uno cojo, otro que no se quiere parar porque está enfermo, etc. Todos los días te dan algo para hacer. Yo tengo unos que son terribles, desarman la pesebrera todos los días, hay que estar arreglándola, encachando los comederos porque los rompen, dan vuelta el tarro del agua, son como cabros chicos.


Al final todos somos iguales, estamos pensando 24/7 en los caballos. Tal vez yo tomó todo un poco más a la ligera, pero en el fondo también estoy preocupado como todos los demás.


Esta es una pega que te estresa mucho, porque estás dando exámenes todas las reuniones. Es como el entrenador de fútbol, que va partido a partido. La diferencia es que aquí no le echan la culpa a uno cuando pierde, se la echan al jinete (risas). Uno pasa piola hasta que hay que darle explicaciones al propietario, porque hay propietarios que piensan que los caballos van a ganar todas las semanas y esto no es así, es muy difícil ganar una carrera, influyen muchos factores para que el resultado se te dé bien a ti. Al final cuando el caballo sale a la carrera, se acabó el propietario, el cuidador, el capataz y el preparador porque el jinete es dueño, amo y señor. Ahí quedamos todos mirando y después que pase lo que tenga que pasar porque ya no puedes repetir la carrera.


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¿Tienes pensado en algún momento retirarte de la hípica?


Estoy haciendo algunos trámites, que no sé si me vayan a resultar, para jubilar, pero no retirarme. Este mundo te va absorbiendo, pero es lo único que se hacer. A mí me gustaría, me encantaría, que hubiese hípica en Arica o en el norte en general, porque yo me hubiese ido a descansar para allá, igual con algunos caballitos para preparar, pero más que nada para entretenerme.


Si yo no estuviera en esto, estaría todos los días soñando con preparar. Yo antes montaba harto a los caballos porque yo entré a esto queriendo ser jinete, como muchos cabros, pero el físico no me dio y me tire para preparador. Antes, yo trabajaba mis caballos, los montaba y cuando vas creciendo un poquito en número no te da el tiempo, así que tuve que aprender a preparar desde abajo con los colegas. Extrañaría todo si me retirara; yo creo que seguiría porque los preparadores viejos pueden renovar su licencia con un caballo y me entretendría hasta que “pare la chala”.


¿Y cómo te gustaría ser recordado?


Así como soy no más, una persona alegre y buena onda con todos. Prefiero eso a que tener una estatua, porque las palomas después te cagan y no te limpia nadie (risas). Mejor así no más.


¿Qué significa la hípica en tu vida?


Todo. He trabajado siempre en la hípica, ha sido el único trabajo que he tenido, aunque para mí esto no es un trabajo, porque yo estoy en lo que me gusta y son pocas las personas que tienen la suerte de hacer lo que les gusta. Entonces no te fijas mucho en la plata, esto es otra cosa, es la pasión lo que lo alimenta a uno. Levantarse todos los días tempranito, ver los animales y que la mayoría estén sanos. Y como dicen algunos después de Dios, la hípica.


Si hacemos un resumen general de toda la carrera profesional ¿Te sientes conforme con todo lo que has logrado a lo largo de estos años?


Sí, por supuesto. Cuando yo entre a preparar en Arica. lo único que quería era eso. Me ofrecieron un corralito, me dijeron busca unos caballitos y era difícil encontrarse un corral, pero a mí el gerente me dijo: “Oye Enrique, ¿quieres preparar caballos?, Tienes estudios universitarios, no va a haber problema con tu patente. Aparte eres de familia hípica”. Empecé de cero, me imaginaba que los preparadores en los hipódromos centrales eran como dioses.


La primera vez que conversé con un preparador del centro fue con Antonio Bullezu Noar y empecé a tiritar porque yo a él lo había visto en los diarios o en los programas de televisión. Una vez conversé con Juan Cavieres en Antofagasta y yo me creía cualquier cosa porque estaba hablando con él, aunque Juan no se debe ni acordar.


Me siento muy conforme con todo lo que he logrado. No hablemos en sentido material porque ahí no tengo nada (risas) y poco me interesa, pero hípicamente hablando estoy contento con lo que hice en mi vida. Si me toca morirme mañana, me voy feliz y contento, no tengo nada que reclamar ni alegar.


Para terminar, le gustaría dejar algún mensaje a las personas que te siguen y te entregan su cariño en los hipódromos nacionales o desde otras zonas como Arica y Antofagasta.


Sí, tengo harta gente para el norte y en los hipódromos de provincia, aunque ya no existen. En general, en muchas partes me han acogido muy bien y me han atendido espectacularmente. Decirle a los que quieren dedicarse a la hípica que es un oficio muy bonito, muy sacrificado, que no esperen tanta recompensa económica de esto, sino que más bien espiritual, de sentirse bien.


También enviarle un cariñoso saludo a toda la gente que me conoce y me tiene buena voluntad. Yo soy feliz de estar en esto, quiero decirle a los niños que tengan el sueño de ser jockey o profesionales aquí en la hípica, que si me ven por las carreras y quieren consultarme algo o conversar, háblenme que yo no tengo ningún problema en ayudarlos.-


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